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A lo largo del siglo XIX surgió en Inglaterra el movimiento ecuménico, que conocería un gran éxito en el siglo XX. Los ecumenistas sostenían la teoría de que había una sola Iglesia, algo así como un árbol del que la Iglesia Católica, la protestante y la cismática Ortodoxa no eran sino ramas. Ramas vivas y no secas, porque estaban irrigadas por una misma savia espiritual. Esa teoría fue condenada por León XIII en la encíclica Satis cognitum (1896) sobre la existencia de una única y perpetua Iglesia…