(tradiciondigital.es) La perseverancia final no es segura para nadie. Es un don que debemos pedir continuamente, sobre todo a través del rezo cotidiano del Ave María, que se concluye con la imploración a la Madre de Dios de que nos asista en la hora crucial de nuestra muerte. Mario Palmaro ha muerto y ha vivido los meses de su enfermedad de manera ejemplarmente cristiana, infundiendo a todos los que se le acercaban esa tranquilidad y fuerza de ánimo de las que sólo es capaz quien vive inmerso en una fe profunda.
Pero la vida de un cristiano, cuando éste es un periodista, escritor, docente universitario, como lo fue Mario Palmaro, se juzga también por los gestos públicos que precedieron la muerte, pues esos gestos tienen el sello de fuego de la verdad. Si en el curso de la existencia humana puede darse una fractura entre el pensamiento y la vida, cuando se acerca el último momento y somos conscientes de ello, las dimensiones del pensar y del actuar se recomponen inexorablemente. Por lo tanto, hay una íntima y profunda coherencia entre el modo con el que Mario Palmaro se ha enfrentado a la enfermedad y a la muerte, y el espíritu que, en los últimos meses de su vida, lo ha empujado a expresar su pensamiento sobre la dramática crisis actual de la Iglesia, crisis que se asemejaría ella también al momento de la agonía, si no supiéramos que la Iglesia es inmortal, destinada a triunfar sobre la historia y a no ser doblegada por ella.
Con Alessandro Gnocchi, Mario Palmaro escribió para “Il Foglio” una serie de luminosos artículos que Giuliano Ferrara ha tenido el gran mérito de publicar y luego de recopilar en un pequeño volumen salido significativamente el 11 de marzo, entre la muerte y las exequias de Mario, con el título Este Papa gusta demasiado. Una apasionada lectura crítica (Questo Papa piace troppo. Un appassionata lettura critica, Edizioni Piemme). Entre los cristianos “tartufos” no han faltado los que se han escandalizado de estos artículos, acusándolos de estar contra el Papa y, por ende, implícitamente, contra la Iglesia y la fe. Sin embargo, los denigradores son muy a menudo los mismos que, en privado, se expresan en términos igualmente críticos hacia el Papa, los cardenales y obispos, a quienes luego obsequian públicamente. No conocen el dolor y el amor que han impulsado a católicos como Gnocchi y Palmaro a decir abiertamente lo que otros piensan pero no confiesan. No de casualidad, Mario Palmaro era el presidente de una asociación denominada Verdad y Vida.
Lo que ha dicho y escrito Mario Palmaro en el último año de su vida, cuando veía delante de él a la muerte, ha sido motivado también por el deseo de conformar la vida a la verdad; de vivir en la verdad, de expresar en voz alta lo que otros pensaban, siendo consciente de que a él no le quedaba tiempo para aplazarlo. Escribía a Carlo Casini* el 15 de mayo de 2013: «cuando nos damos cuenta de que no tendremos suficiente tiempo para llevar a cabo nuestro cometido, porque el término de esta vida se acerca velozmente. Pero otros continuarán el trabajo iniciado. Y no callarán».
Me honra haber sido expulsado de “Radio María” como Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro, por las mismas razones por las que ellos también fueron expulsados, y deseo testimoniar mi gratitud por su llamamiento en mi defensa en Riscossa Cristiana, tal vez el último gesto público que hizo Mario. Mario Palmaro no sólo deja un recuerdo, deja un ejemplo de vida cristiana vivida en la plenitud de la verdad. Y es precisamente este ejemplo que convierte su recuerdo en imborrable y que incide su nombre, de manera indeleble, en la lista de los elegidos en el Libro de la Vida.
Hoy Mario está en la eternidad. A nosotros, aún sumergidos en el tiempo, incumbe el deber de continuar su obra. Sin callar, y con la certeza de tener en él un apoyo espiritual que nunca fallará.
Roberto de Mattei
* Nota de TD: Carlo Casini, presidente del Movimiento por la Vida Italiano.
Original en Corrispondenza Romana traducido por Tradición Digital